31 octubre 2006

De nalgas y sentencias

No voy a decir que estoy indignada ni mucho menos, porque la verdad es que desde el principio me pareció un poco exagerada la condena de 4 años que pretendían imponerle al mensajero manilargo que le agarró las nalgas a una desprevenida transeúnte (que luego lo denunció) en cualquier calle de Bogotá, hace poco más de un año.

Sinembargo, hoy sí me logró causar molestia la anulación completa de dicha sentencia por parte de la Corte Suprema de Justicia, no por el hecho de la anulación per sé, sino porque lo hicieron argumentando que en este caso no existió ningún tipo de abuso sexual contra la mujer.

Ya antes, la Procuraduría General de la Nación había solicitado un recurso de apelación frente a la Corte, manifestando que "no se trató de un acto abusivo, pues fue más accidental que premeditado" y que además no fue un acto violento. Mi cabeza loca piensa: ¿No es un poco complicado manejar una bicicleta con una mano mientras que con la otra se aprieta de manera accidental la nalga de alguien?, así las cosas, quién iba a pensar lo delicioso que resultaría practicar el deporte de los caballitos de acero...

Y para colmo, la Procuraduría en su momento manifestó que "no hubo resistencia por parte de la mujer, lo que demostraría que nunca se sintió atacada o en indefensión"... Esteeeee ¿No fue suficiente con llamar a la policía e iniciar un proceso penal en contra del hombre, para que la mujer hiciera evidente su inconformidad?... Plop!!

A manera personal, pienso que era el momento de sentar un precedente; no sé si los cuatro años de condena iniciales hubieran sobrepasado los límites de lo razonable, pero sí se debieron dejar unas bases para que semejante 'asquerosidad' (para quienes la hemos vivido) no se repita una y otra vez como "a la bulla de los cocos" como bien diría mi abuelita.


27 octubre 2006

Memorias de una treintañera

Sin lugar a dudas, me he gozado y sufrido cada una de las etapas de mi vida y desde hace algún tiempo, estaba pensando en la llegada de los treinta. Qué me depararía esta poco anhelada etapa en la vida de una mujer?...

Cuando era niña y por primera vez supe la edad de mi mamá, la creí un vejestorio: TENÍA TREINTA AÑOS!!!. Hoy, cuando el vejestorio vengo siendo yo y, ante la inevitable llegada del tercer piso, veo que no ha estado tan mal haber llegado hasta aquí.

Las treintañeras, sin duda alguna tenemos nuestros encantos, éso podemos preguntárselo a los señores de cuarenta y a los jovencitos de veinte. Para los primeros, siempre embarcados en matrimonios fracasados o a punto de naufragar (al menos es lo que pretenden hacer creer), resultamos un delicioso manjar ambulante, apetecible como una fruta madura en su punto: ni muy muy, ni tan tan, y para los veinteañeros, delatados por la altura de sus pantalones, las de 30, les parecemos una ingotable fuente de conocimientos en posición horizontal.

A simple vista, parecen tener algo en común aquellos hombres a quienes lo plateado de sus sienes empieza a delatar y los otros a quienes les doblan la edad: en ambos casos dan muestras fehacientes de creer en la avidez sexual de una treintañera. Cómo comprobarlo?, váyase a un lugar en el que hayan ambos tipos de personajes, mire a su alrededor y verá que pesca más de una mirada indiscreta de los tipos en cuestión; los más osados, se atreven a acercársele e iniciar la conversación, mírelos fijamente y verá claramente en sus ojos que usted es el antojo de esa noche.

Otra? No falta el piropo medio pintón cuando camina por la calle o espera un bus, fíjese en los globos oculares del sujeto, qué descubre?, nada nuevo, usted ha logrado despertar el apetito sexual de aquel hombre.

No falta el jovencito que le dice que a él siempre le han gustado las mujeres mayores, porque le parecen más interesantes que las de su misma edad que resultan tan infantiles; paso siguiente: claro! mírelo a los ojos y empezará a sospechar que sus amigos deben apodarlo 'hormona loca' o algo parecido.

Entonces uno se empieza a preguntar qué es lo que está fallando, qué pasa con los contemporáneos (tan bien puestos los condenados), pero no toma mucho tiempo en descubrir que ellos están ocupados tratando de dejar atrás, justo atravesando o a punto de llegar a la tan conocida crisis de los treinta (y uno se pregunta: No se supone que es a mí a quien atacaría?), crisis caracterizada por un síntoma jartísimo: la confusión, que viene acompañada por frases tan célebres como "no eres tú, soy yo" o "a veces me parece que no he hecho lo suficiente con mi vida" o la campeona (para mí), aquí sí que la sacaron del estadio: "es que con esta nueva situación en mi vida, me siento como estrenando bicicleta" (usted piensa: "y entonces qué pasa con mi buen par de tetas?...)

Bueeeno, al final y visto desde la óptica morbosa que todos tenemos, y para alimentar un poco ese ego apabullado por la llegada de los treinta, parece que no está tan mal ser ese oscuro objeto del deseo para aquellos que le huyen a la senilidad y esos otros que corren para alcanzarla.