Cuando uno llega allí, lo primero que lo espera es un delicioso platillo de comida preparada por la dueña de casa: mi abuela. No me pregunten qué es lo que le pone a cada plato que prepara, yo sólo sé que mi abuela prepara la mejor comida que he probado en mi vida y estoy segura de que más de un super chef, de esos de gorrito blanco y lazo azul saldrían de allí chupándose los dedos.
Qué sé yo cuál sea el secreto de la abuela... Serán los calderos viejísimos y magullados que sigue usando a pesar de la batería modernísima de cocina que en algún momento, uno de sus hijos, en un intento fallido por modernizarle la 'ollamenta', le regaló, o tal vez es gracias al arte del reciclaje que practica con cada frasco de vidrio, de plástico o de lo que sea que llega a su casa y que utiliza sabiamente para almacenar condimentos y demás cosas mágicas, o tal vez sea la costumbre de comer en la cocina por muy concurrido que sea el evento, porque allí, el que se siente rechazado es el que no corona a silla en la cocina y le toca en el comedor. La comida de hoy: Pescadito al horno con verduras, ensalada fresca, papas en salsa de yo qué sé, pero bombi bombi, jugo de mora y brevas con arequipe y queso (en la cocina, obvio).
Luego del banquetazo que lo deja con el ombligo tieso, ¿qué hace uno?, pues se va para el patio de la casa, escoge y arranca sin pena un buen puñado de hierbas para preparse (en ollita magullada) la aromática que lo dejará listo para la próxima. La aromática de hoy: yerbabuena, limonaria, cidrón, manzana y moras... Ya sé que hay alguien que al leer esto me dirá que le he puesto los dientes largos y claro, ésa es precisamente la intención, porque, ¿en quién más iba a estar pensando yo mientras arrancaba y olía las maticas?.
Luego de la aromática, o mientras, pues se va uno para el estudio de la casa y hace tín marín de dó pingué para elegir el libro o la revista de su antojo, lo saca, lo desempolva (todos tienen las hojas amarillas y ese olorcito particular que les va dando el tiempo) y bien se puede ir acomodando en el sofá para leer; hay para todos los gustos: desde anatomía clínica, pasando por mecánica de aviones, hasta novelas policíacas y consejos para el hogar, todo gracias al gusto e intereses de cada uno y la herencia que sin querer, le hemos ido dejadando a esa casa quienes en algún momento vivimos allí aunque fuera por cortas temporadas. La lectura del día de hoy: El Coronel no Tiene quien le Escriba.
Y al final de la tarde, siestecita en alguna de las muchas camas que hay allí, las hay con colchones duros, con blanditos y con otros ni tan tan, ni muy muy; la categoría de las almohadas es idéntica y si el asunto es por las cobijas, también las hay para elegir: está la de tigre, la de alpaca, la de acrílico y hasta la eléctrica; uno sólamente elije y a dormir, eso sí, arrullado por el silencio y hasta los pajaritos que aún se logran escuchar entre los arbolitos de por ahí. La cama de hoy: Colchón duro, almohada ni tan tan, ni muy muy, cobija de tigres, silencio, pajaritos y lluvia...
Y por esta época, la cosa se pone mejor; pero bueno, eso ya vendrá en otro momento. Por ahora, y ya habiendo pasado de regreso por el túnel del tiempo, queda preparase para la semanita que viene y ya veremos si habrá nuevamente viaje el próximo domingo a esa otra dimensión disfrazada de casa de la abuela.